Ella es Brooke Greenberg y ha sido un verdadero rompecabezas para los médicos. Una rareza que, en sus 17 años de vida, nadie ha conseguido explicar. Es como si se hubiera quedado congelada en el tiempo. Su cuerpo de poco más de medio metro de altura y 7 kilos de peso parece el de una niña de un año. Y su comportamiento es tan infantil como su apariencia exterior.
Su organismo reacciona a diferentes tiempos. Aunque posee dientes de leche y aún balbucea como un bebé, sufre problemas de salud que recuerdan a una persona adulta. Ha tenido infartos cerebrales, úlceras y problemas respiratorios. Mientras sus tres hermanas crecen con total normalidad.
Es totalemte un rompecabezas médico, que ha ilustrado reuniones científicas y reportajes de prensa. Ahora su caso se empieza a mirar con otros ojos, con los que ven una oportunidad para desentrañar las claves del envejecimiento humano. El rotativo británico «The Times» ha desvelado el interés de un grupo de científicos estadounidenses, de la Universidad del Sur de Florida por estudiar sus genes. Su objetivo no es tanto encontrar una solución para Brooke como hallar respuestas al envejecimiento humano.
Su ADN sugiere que el fallo de crecimiento podría deberse a los defectos genéticos que hacen que el resto de la humanidad envejezca. «Pensamos que tiene una mutación en los genes que controlan su envejecimiento y desarrollo y por eso parece como si se hubiera quedado congelada en el tiempo», explicaban los medicos a «The Times». De momento, han publicado un avance de su investigación en la que sugieren que aunque Brooke no parece envejecer, en realidad lo hacen algunas partes de su cuerpo de forma muy lenta.
Ahora el siguiente paso es comparar su genoma con una versión normal para descubrir esos genes y ver exactamente qué hacen y cómo controlarlos. Esta investigación protagonizará una conferencia de la Royal Society en Londres esta semana, donde se reunirán los investigadores en envejecimiento más importantes del mundo.
La hipótesis de partida es que el envejecimiento está controlado con un pequeño número de genes y que una vez identificados no sería difícil desarrollar nuevos tratamientos que mejoren la calidad de la vida humana y la aumentaran.
La industria farmacéutica se ha lanzado de lleno a esta búsqueda. Además de los genes de Brooke Greenber se escudriñan los de familias con miembros centenarios. Se buscan los factores genéticos y metabólicos que les hacen especiales. Son personas que no sólo envejecen, sino que lo hacen mejor que el resto de los mortales. Su piel es mejor, tienen una salud de hierro y no padecen las dolencias típicas de la edad.
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