La combustión espontánea humana es un nombre usado para describir los casos de incineración de personas vivas sin una fuente externa de ignición aparente. Aunque existen multitud de teorías sobre la combustión espontánea, la posición mayoritaria es de escepticismo sobre la propia existencia del fenómeno. Los defensores de la existencia de este fenómeno contabilizan alrededor de 200 casos desde el siglo XVII. Sin embargo, en la mayoría de los casos apenas hubo una investigación sobre las circunstancias que lo rodearon, y muchos de ellos se basan en testimonios de segunda o tercera mano y se carece de datos tan básicos como el nombre de la víctima o la fecha del incidente.
Hay muchas características que distinguen juntas una combustión espontánea de otros tipos de fuego:
- A pesar de su nombre, el fuego nunca empezó espontáneamente, es decir, el fuego nunca empezó por sí mismo, pues siempre hay algún medio de ignición presente.
- El fuego suele estar localizado en el cuerpo de la víctima. Los muebles y electrodomésticos cercanos a la víctima suelen quedar intactos. Los alrededores de la víctima sufren poco o ningún daño.
- El cuerpo de la víctima suele quedar mucho más quemado que en un incendio convencional. Las quemaduras, sin embargo, no se distribuyen uniformemente por todo el cuerpo. El torso suele quedar muy gravemente dañado, a veces reducido a cenizas, pero las extremidades de las víctimas suelen quedar intactas.
- La mayoría de los casos de combustión espontánea suceden bajo techo.
- Los electrodomésticos (por ejemplo, televisores) situados sobre un aparador o similar pueden sufrir daños.
- Las víctimas son con frecuencia mujeres.
- Las víctimas tienen con frecuencia sobrepeso.
- La mayoría de las víctimas también son consideradas alcoholicas.
- Nunca hay testigos oculares creíbles del proceso real de combustión.
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